El arribo de los incas al territorio diaguita durante el siglo XV, transformó la cosmovisión y organización social local, lo cual se expresó en la forma y motivos decorativos de sus cerámicas, entre otras manifestaciones.
La Colección del Museo del Limarí de este período proviene mayoritariamente del sitio arqueológico Estadio Fiscal de Ovalle , cuyas piezas presentan diseños, figuras y formas que reflejan el influjo de los cuzqueños en la alfarería local.
Antes de la expansión del Tawantinsuyu, el arte diaguita se vinculó a la tradición chamánica sudamericana, para la cual la experiencia visual iba de la mano de la ingesta de sicoactivos en contextos ceremoniales (González, 2004b).
Expansión inca en los Andes meridionales
El gobernador del antiguo imperio, Topa Inca Yupanqui, inició la conquista de las tierras comprendidas entre la provincia argentina de Tucumán y la zona central de Chile, alrededor del 1470 d.C.
El arqueólogo Mauricio Uribe (2004) plantea que esta expansión estuvo motivada por el interés estatal en la extracción y producción de recursos mineros, ganaderos y agrarios.
El cronista español Garcilaso de la Vega (1609) relató en sus escritos que el proceso de incorporación de estas tierras al imperio incaico tardó alrededor de 6 años. Según él, la conquista del Tawantisuyo abarcó desde Atacama hasta el río Maule, zona en la que el avance fue detenido por los promaucaes, en alianza con otros grupos como los antalli, pincu y cauqui.
Entre las evidencias arqueológicas que atestiguan el límite austral del imperio, se conocen los pucará del Cerro Grande La Compañía, cerca de la ciudad de Rancagua, y del Cerro La Muralla, próximo a San Vicente de Tagua Tagua (Sepúlveda, 2014).
Pese a la dominación que ejercieron sobre los pueblos conquistados, los gobernadores incas configuraron relaciones de reciprocidad y redistribución basadas en el intercambio de productos e ideas. Ello se reflejó, por ejemplo, en la provisión de lana para vestir al ejército cuzqueño, a cambio de conocimientos alfareros entregados a los grupos locales (Pease, 2007).
Su estratificación política y social se expresó en el principio de la tripartición, mientras que la organización territorial bajo la cuatripartición. El Cuzco sirvió de centro para 4 los suyus, llamados de esta forma en base a su orientación geográfica: Chinchasuyo, equivalente al noroeste, Antisuyo, al noreste, Collasuyo, al sureste, y Contisuyo, al suroeste.
Para lograr una efectiva administración, el imperio se valió de eventos ceremoniales y objetos que simbolizaban esta división del territorio, y servían para la difusión de la ideología estatal (Cantarutti y Mera, 2002-2005: 202). Uno de ellos fue la cerámica, en cuyos trazados y modelos geométricos se expresaron las nociones de bipartición y cuatripartición.
Conquista del territorio: la influencia inca en la alfarería
En el marco de la expansión territorial, la alfarería se constituyó en uno de los medios que permitió a los incas expresar su cosmovisión. Aunque emplearon otros múltiples mecanismos materiales e inmateriales de transmisión ideológica, la importancia de la cerámica hoy radica en que su buena conservación facilita un estudio más directo de las formas de dominación.
A través del análisis de la simetría, estructura y composición de los diseños de vasijas diaguitas del valle de Illapel, la arqueóloga Paola González (2013) identificó la distribución y selección de motivos en distintos momentos históricos, e infirió los procesos identitarios y cambios sociales derivados de la llegada de los incas.
Concluyó que el pueblo diaguita adaptó sus prácticas alfareras a las del incanato tras su conquista, proceso que derivó en "un enriquecimiento en la variabilidad y manejo de patrones decorativos", y permitió la coexistencia de diseños locales previos con otros de clara influencia incaica (González, 2013:170).
Es posible que la inserción de conceptos visuales propios de la cerámica cuzqueña se viera facilitada por el valor que la sociedad diaguita preincaica otorgaba a las formas y decoraciones de sus vasijas, y a la destreza de sus alfareros (Cantarutti & Mera, 2002-2005:209).
La influencia se manifestó gráficamente en los patrones estéticos que decoraron las vasijas, y que aludían a las divisiones opuestas y complementarias características del pensamiento y ordenamiento social en el Tawantisuyo, como lo femenino y masculino, el cielo y la tierra, lo alto y lo bajo (González, 2013: 171).
Los diseños incorporaron, además, nuevas técnicas como figuras antropomorfas con deformación craneana, y la estandarización de las bandas con diseños de hileras de rombos en las piezas.